Daniel Bum (1994), Villena.

Desarrolla su trabajo pictórico dentro de la nueva figuración, con una estética naif  y un imaginario reconocible que parte de lo cotidiano.

Sus obras no ilustran escenas reales, sino que reformulan vivencias, emociones y pensamientos a través de una narrativa visual directa, en la que lo autobiográfico se mezcla con lo simbólico.

En sus lienzos aparecen figuras de frente, muchas veces solas, con una mirada que interpela y descoloca al espectador. Estos personajes, de gestos sutiles y apariencia vulnerable, transmiten una sensación ambigua: parecen accesibles, casi dulces, pero algo en su presencia impide una lectura sencilla. Esa tensión entre lo cercano y lo distante genera una atmósfera emocional cargada, que no siempre puede nombrarse con palabras.

En ocasiones, el artista recurre al humor o a la ironía como formas de tratar ciertos temas complejos —como la soledad, la ansiedad o la muerte— desde una mirada que no dramatiza, que permite convivir con ellos de otra manera. No es una forma de ocultarlos, sino de hacerlos habitables, llevaderos, incluso con cierta ternura o ligereza, cuando lo necesita.

Para Daniel Bum, la pintura es un espacio de juego: tan preciso como impulsivo, tan libre como exigente. El color ocupa un lugar central en su lenguaje visual; no solo construye atmósferas, sino que también activa lo emocional, subraya tensiones o introduce cierta extrañeza en lo aparentemente familiar.

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